La pregunta sobre si están dadas las
condiciones para una conflagración interna en lo inmediato sigue gravitando en
la opinión pública, a pesar de que la confrontación política de calle se ha
desinflado
@javiermayorca
En la primera semana de agosto, el conocido
diario The Telegraph de Londres se
preguntaba si Venezuela estaba al borde de una guerra civil.
No había sido el primer medio internacional en
plantear esa cuestión, ni sería el último. Uno piensa en guerras civiles y de
inmediato vienen a la memoria las imágenes de matanzas terribles en Kosovo y
países africanos como Ruanda y Somalia. Previamente, en Centroamérica, El
Salvador y Nicaragua.
Si hacemos un ejercicio de abstracción, encontraremos
que en todos estos países hubo por lo menos dos bandos en disputa armada por el
control, parcial o total, de porciones de territorio, que a veces se extendían
a toda la nación y otras a parcelas subnacionales que, como en el caso de los
Balcanes, obedecían a esquemas fronterizos previos.
En el pasado reciente, por lo tanto, hemos
visto el desarrollo de guerras civiles por razones étnicas, religiosas,
políticas y por disputas nacionalistas, por citar algunas. Son tantas que
resulta complicado establecer una definición sobre este tipo de conflicto.
Gersovitz y Kriger, en un ensayo para la revista del Banco Mundial, aclararon
que “no todos los países (con conflictos armados) van a compartir todas las
dimensiones de la definición de la guerra civil”.
Más adelante, los investigadores establecieron
que las guerras civiles son “conflictos violentos que ocurren adentro de un
país, principalmente entre grupos grandes o numéricamente importantes de sus
habitantes o ciudadanos por lograr el monopolio de la fuerza”.
Estos conflictos, además, tienen varias
características:
-Tienen
organización política;
-Son
de larga escala, y
-Son
sostenidos en el tiempo.
La confrontación que se manifestó con una
fuerza inusitada entre los meses de abril y julio, a lo largo de más de seis
mil manifestaciones de distinta magnitud que dejaron un saldo de más de 135
muertos, fue lo suficientemente notoria como para que mucha gente pensara que
el país estaba al borde de un conflicto armado interno.
Sin embargo, tal y como refirió Moisés Naim,
para que se pueda pensar siquiera en una guerra civil es necesaria la
existencia de por lo menos dos bandos convenientemente armados. Pero la
asimetría entre las molotov, los escudos de cartón y los morteros improvisados,
con respecto a los sistemas de última generación adquiridos en China por el
Gobierno desde 2012, son una evidencia clara de que la posibilidad de una
guerra civil era remota.
Otros datos son reveladores del desbalance:
-Más
del 90% de los muertos fueron manifestantes o personas que adversaban al
Gobierno, víctimas de fuerzas policiales, militares o de colectivos armados;
-La
llamada “resistencia” no tenía un mando político. Es más, en algunos momentos
parecía antipolítica, al punto que llegó a rechazar casi con la misma
vehemencia tanto a los representantes del chavismo/madurismo como a ciertos
voceros de la oposición;
-Por
último, todas las encuestas a las que se tuvo acceso en ese período revelaban
que la mayoría de los manifestantes creía en una salida pacífica y electoral al
conflicto político. Y esto eventualmente los llevó a deslindarse de los
“guerreros de franela”. El Gobierno se dio cuenta rápidamente de esta división,
y la explotó a conveniencia atacando los sectores blandos de la oposición,
integrados por independientes que en algún momento simpatizaron con las
manifestaciones, pero que luego dieron un paso atrás, al ser confrontados ante
la posibilidad de sufrir altos costos por el hecho de expresar su descontento.
Esto lo padecieron con especial crudeza los residentes de conjuntos en El
Paraíso y La Candelaria.
En Venezuela, la progresión de los conflictos
políticos fue estudiada en su momento por el general de división (retirado)
Rafael Damiani, quien contribuyó a la elaboración de un manual de estudio para
las escuelas de tropas de la Guardia Nacional.
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Antes de la guerra, una escalada |
Para Damiani, las guerras civiles son
esencialmente el producto de una escalada de conflicto callejero que no es
atajada a tiempo por las autoridades. Por lo tanto, hay indicadores sobre la
aproximación de una guerra civil, entre ellos la repetición de actos
terroristas y la extensión de actos vandálicos sobre largas porciones del
territorio.
Por el contrario, el país ha presenciado desde
agosto un conflicto político en descenso, por lo menos en su expresión
callejera. Simultáneamente, la “paz” tan publicitada por la propaganda oficial
es torpedeada por factores sociales y económicos de distinta índole: la
parálisis del transporte público en Distrito Capital, Vargas y Zulia; los
apagones en Zulia, Falcón, Bolívar y Miranda; la escasez de gasolina en todo el
país; la carencia de efectivo y el colapso del sistema de pagos electrónicos;
la destrucción de los servicios públicos, incluido el de telefonía; el hambre, la
criminalidad en ascenso, la hiperinflación y las epidemias.
El Gobierno ha intentado manejar todos estos
factores para cimentar su estrategia de dominación, para hacer de cada
ciudadano un rehén. Esto pasa por romper cualquier nexo de solidaridad entre
ellos, y por hacer que las lógicas de sobrevivencia sean para el venezolano más
importantes que cualquier convencimiento en torno a la necesidad de un cambio
político.
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Una herramienta para la dominación |
Al mismo tiempo, se ha producido una
concentración del poder armado en el Gobierno y sus aliados, léase colectivos y
ciertas bandas criminales que han llegado a ejercer control territorial en
estados como Aragua, Apure, Sucre y Zulia, desde luego con la anuencia de
factores locales y nacionales. Las que planteaban algún tipo de insurgencia
criminal fueron diezmadas o domeñadas, por ahora.
La iniciativa de desarme gubernamental ha sido
clave en la generación de asimetrías. Este plan ha sido totalmente inútil en lo
que respecta a la disminución del uso de armas de fuego en los homicidios (86%
en Zulia, 88% en Carabobo y 85% en todo el país), pero ha tenido un efecto
devastador en cuanto al logro de transferencias de fusiles, pistolas, granadas
y munición, hacia las estructuras criminales. No en balde, el fenómeno de las megabandas surgió durante la puesta en
marcha del referido plan.
Venezuela está más cerca de La Habana y
Pyongyang que de Pristina.
Breves
*La Fuerza Armada instruyó a las unidades
emplazadas en las regiones llanera y andina para que retomen el patrullaje en
torno a las unidades productoras de carne, así como la vigilancia a los
traslados de ganado, ya sea en pie o beneficiado. Las quejas de los productores
han sido consistentes en cuanto a que la acción de bandas cada vez más
organizadas les impide trabajar, lo que ocasiona escasez de productos cárnicos
en los centros de distribución y de consumo. De igual forma, los militares han
diagnosticado que en la frontera entre Apure y el departamento de Arauca
colombiano hay líneas de distribución de ganado que aprovechan las diferencias
de precios de carne entre uno y otro país. En Colombia, la cotización es tres y
hasta cuatro veces superior que la establecida por el Gobierno desde Caracas.
Una consecuencia inmediata de este contrabando ha sido un supuesto brote de
fiebre aftosa más allá de la frontera.
*A propósito del trabajo central de la entrega
anterior (Resistencia a la autoridad), una fuente ministerial me puso al tanto
de la siguiente situación: cuando se suman las cifras de homicidios y muertes
por supuestos enfrentamientos con agentes policiales y militares, las
estadísticas de este año ya sobrepasan las de 2016 en seis estados del país. El
caso más dramático es Apure, donde las cifras de 2017 rebasan en 45% las del
período pasado. Esto se relaciona con la situación descrita en el breve
anterior. Pero aquí no se puede perder de vista que Apure era la retaguardia
activa del frente 1 de las FARC, cuyos miembros siempre fueron renuentes a
entregar las armas, pues perderían el control de un territorio clave para el
paso de la droga procesada en los llanos orientales colombianos, e incluso en
la frontera sur. Ahora, de acuerdo con un representante de los ganaderos de ese
estado, los antiguos guerrilleros se han incorporado a bandas de cuatreros y
extorsionadores, y otros más organizados han inscrito cooperativas de seguridad
para prestar servicio de vigilancia a los hacendados.
*Las regiones militares ya comenzaron los
preparativos para la Operación República correspondiente a la elección de
alcaldes, el próximo 10 de diciembre. La orden es transmitir a la comunidad internacional
la sensación de total “normalidad”, es decir, impedir a toda costa cualquier
manifestación o protesta callejera que pueda enturbiar la “paz” que intenta
construir el Gobierno. Paradójicamente, esto pasa por la utilización
–nuevamente- del aparato represivo militar, en combinación con los tribunales.
La orden es clara: hay que detener a todo manifestante y ponerlo a las órdenes
de los juzgados correspondientes.
*Los estados donde las curvas de homicidios de
este año ya se cruzaron con las de 2016, además de Apure, son Barinas, Cojedes,
Mérida, Yaracuy y Zulia. Hay además otras cinco entidades donde los totales de
2016 apenas son levemente mayores que los de este año. Son Aragua, Amazonas,
Delta Amacuro, Falcón y Portuguesa. Pero se debe recordar que en Amazonas el
Gobierno “desapareció” de sus estadísticas los 37 muertos a manos de policías y
militares durante una irrupción en el retén policial de Puerto Ayacucho. Si
esta masacre fuese tomada en cuenta, Amazonas estaría en el primer lote, y probablemente
tendría la tasa de homicidios más elevada del país.
*Nuevas denuncias sobre la utilización de la
droga escopolamina, mejor conocida como burundanga, para perpetrar asaltos a
viviendas y personas. Las denuncias hasta ahora son en los estados Nueva
Esparta y Distrito Capital, y refieren encuentros casuales en vías púbicas,
generalmente alrededor de centros comerciales, en los que una persona llama la
atención de su víctima solicitándole ayuda para levantar alguna bolsa, pues
supuestamente tiene las manos ocupadas con un bebé. De acuerdo con los relatos,
es entonces cuando la droga es suministrada, aparentemente mediante una
aspersión que llega a las mucosas nasales y oculares. Se debe tomar en cuenta
que la burundanga solo surte efecto cuando llega a alguna mucosa o cuando es
administrada por vía oral, oculta en alguna bebida. Esto ocurre generalmente en
bares. Pero no surte efecto por contacto con la piel.
*El fotógrafo Jesús Medina no fue secuestrado.
Por más que él mismo, en medio del estrés postraumático y la confusión, lo
calificara de esa forma. Este episodio no tiene nada que ver con las
características del secuestro extorsivo. La desaparición por más de cuarenta
horas del trabajador del portal Dolar Today tiene muchas semejanzas con los
casos de la periodista Nairobi Pinto (hoy bajo protección del gobierno
canadiense) y del general de brigada retirado Ramón Lozada (hoy preso en
Contrainteligencia Militar de Boleíta). Las investigaciones sobre el caso de
Medina comenzaron gracias al escándalo público en la División de Personas
Desaparecidas de la policía judicial. Hasta allí fue a declarar la periodista y
amiga de la víctima Mildred Manrique. Pero inexplicablemente el expediente fue
enviado después a la División Antiextorsión y Secuestros. Aún así, a los dos
días de la reaparición de Medina, los pesquisas de Cicpc ya tenían una noción
bien formada sobre lo que había sucedido. La inacción de los días posteriores
también se parece demasiado a lo que sucedió con el militar retirado y la
comunicadora, hace tres años. Entonces y ahora la intención fue enviar un
mensaje. A Medina lo dejaron vivo ex profeso para que lo diera a conocer. No lo
mataron pues la orden era dejarlo con vida.
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